El complicado árbol genealógico de la evolución humana

Los nuevos descubrimientos de fósiles en África durante los últimos 40 años han determinado, entre otros hallazgos, que la hipótesis de la historia evolutiva humana.

Bastante sencilla, la historia evolutiva de Homo sapiens; el Australopithecus corresponde al antepasado del Homo erectus, dando lugar a los neandertales, y a su vez, a la especie humana. Sin embargo, los últimos estudios demuestran que en el planeta Tierra coexistieron diferentes especies de homínidos en momentos distintos. Por ahora, por parte de los paleoantropólogos se buscará descifrar la relación que estas especies guardaban entre si, lo que puede tomar un par de décadas.

Los esqueletos hallados en Malapa tienen suficientes elementos para determinar que las especies se hubieran juntado al azar. No son fósiles aislados donde hay que determinar si las piezas pertenecieron a la misma persona. Son esqueletos en muy buen estado de conservación e integridad.

Por su parte, Lee Berger, paleoanteopólogo de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, señala que estos esqueletos encontrados son individuos que formaban parte de una población que es antepasado directo de nuestro género, Homo.

En este aspecto, los últimos análisis genéticos de los nuevos fósiles señalan que la historia de la evolución humana va más allá de lo que se pudiera llegar a imaginar la ciencia.

La realidad es que todos tenemos antepasados, que contribuyen una parte esencial del árbol genealógico de cada descendiente.

Berger señala que “estos fósiles nos dan una imagen extraordinariamente detallada de un nuevo capítulo de la evolución del hombre y descorre el velo sobre un periodo crucial durante el cual los homínidos no dependieron de la vida de los árboles para establecerse en el suelo”.

Estos huesos encontrados en una caverna en Malapa, en Sudáfrica, pertenecen a una mujer adulta y un varón de unos 10 años, y junto a ellos al menos 25 especies de animales, como un perro salvaje, una hiena, un caballo y antílopes. Los dos homínidos caminaban erguidos, sus brazos largos como los monos, pero con manos cortas y fuertes. Tenían dientes pequeños, pelvis evolucionada y largas piernas, que les ayudaba a correr como un humano.

Esther R.

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