Desarrollan un disco duro con ADN

Investigadores de la Universidad de Columbia conjuntamente con el Centro del Genoma de Nueva York en los Estados Unidos, han recurrido al ADN para almacenar información. En esta oportunidad han diseñado un sistema capaz de almacenar 215 petabytes (1 petabyte = 1 mil millons de megabytes) de datos por gramo de material genético, lo que corresponde a 100 veces más potencia que otros intentos previos de almacenamiento de ADN.

Los científicos consiguieron diseñar un algoritmo que puede desbloquear el almacenamiento potencial del ADN casi en su totalidad, logrando comprimir la información en sus cuatro nucleótidos básicos sin peligro de se degrade con el tiempo o que se pierda.

Yaniv Erlich, coautor del trabajo señala que “el ADN no se degradará con el tiempo como las cintas de casette y los Cds, y no se volverá obsoleto”. Otros estudios han demostrado que el ADN es ultracompacto y puede durar cientos de miles de años, si se mantiene en el lugar adecuado, seco y fresco.

Se escogieron 6 archivos para codificar o escribir en el ADN, siendo todos los datos comprimidos en un archivo maestro y luego divididos en cadenas cortas de código binario compuestas por unos y ceros. Se utilizó un algoritmo de corrección de borrado, el “código fuente”, se empaquetaron aleatoriamente esas cadenas en módulos, donde la información estaba traducida al código genético. Como último paso se eliminaron las combinaciones que podían generar algún error y se anadió un código de barras para montar y recuperar luego los archivos.

En total, se consiguió generar una lista digital de 72 mil hebras de ADN, las cuales fueron enviadas a un archivo de texto a un grupo que sintetiza ADN para contener información digital. Luego de dos semanas, se recibió un vial con una mota de moléculas de ADN.

Los archivos fueron recuperados utilizando una tecnología de secuenciación capaz de leer las cadenas de ADN, seguido de un software especializado para traducir el código genético en binario. Los mismos fueron recuperados sin errores.

Esther R.

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